viernes, marzo 13, 2009

L, o el lento y paulatino ahogamiento en los dulces meandros de la belleza de elite.

No conozco a nadie que, en su sano juicio, no haya fantaseado con la fugaz idea de seducir y conquistar a la bella L.
Desde luego yo si y, ante 12 hombres sin piedad, me acuso señoria. He colaborado activamente en la elaboración y posterior propagación de comentarios jocosos, mientras la figura armonica de L, se deslizaba sobre la mugrienta moqueta de la oficina.

L, a diferencia de la gran mayoria, marca la diferencia. No es el fruto de una elaborada estrategia, no se trata de algo estudiado o tan si quiera preparado. En la reacamra, tras cada poro de su sonrosada piel, esconde una letal sobredosis de talento que, de forma ignata, le permite conquistar al respetable con la suave e hipnotica danza de sus caderas.

Posee un rostro angelical que encierra una mirada juguetona, rozando el erotismo y acariciando la torpe inocencia.
Su cintura, esculpida a cincel sobre las lagrimas de Ishtar, se eleva sobre todos nosotros, provocando sobre su orbita una orgia de miradas furtivas.

Si el Hombre de Vitruvio representó para Leonardo da Vinci el equilibrio matemático del cuerpo humano, para los habitantes de la cuarta planta de S****** Cor******, es L la que hostenta el preciado galardón.

1 comentario:

Fran dijo...

Quina rabia no poder opinar sobre L. :P

Creus que la conec ?