Un compañero abandona la causa, en su lugar solo queda silencio, ausencia de luz y un enorme vacío.
Guardo en mi mochila sus placas de identificacion, su munición se reparte entre la tropa y su fusil adorna su tumba.
Es negra noche, llueve y un afilado frío nos corta las mejillas.
De pie, cabizbajos, frente a la improvisada lapida, esperando a que alguno de nosotros rompa el silencio a martilazos. Se que debo decir algo, pero soy incapaz de hablar y decido dejar al degoteo incesante de la lluvia que tome la palabra.
A lo lejos, ladra el fuego de mortero de 35mm del enemigo. Reacciono. Una mueca de dolor cabalga por mis labios y entiendo que el camino continua.
Mañana, la lluvia habrá borrado nuestros pasos.
sábado, marzo 24, 2007
DESERTOR
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