En fin, supongo que cada momento tiene un ritmo y un compás.
Cada momento, tiene su propia velocidad y posee personalidad propia.
Cada instante, penetra en nuestras vidas como lo hace la luz del atardecer, mientras juguetea entre los recobecos de las persianas y, sobre el suelo gris, dibuja bosques de geometría perfecta.
Cada instante nos susurra, lo hace enroscado en nuestras muñecas, colgado en la pared o haciendo que decenas de personas corran despavoridas en la estación de trenes.
Esta, pero sin estar. Nos habla, sin boca y sin lengua. Nos mira sin abrir ni si quiera sus ojos. Tan solo, al final del anden...a veces, podemos escuchar sus carcajadas cuando al fin, lo hemos desperdiciado de nuevo.
lunes, septiembre 01, 2008
TIEMPO
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