La campaña ha finalizado y, antes que los buitres empiecen su peculiar recuento de bajas, me dirijo al campo de batalla en busca de respuestas. Se que resultara una ardua tarea pues no cuento con ninguna pregunta que formularle al viento.
Galopo de noche hacia el norte durante varias horas, es curioso, pero no puedo centrar mis ideas, es como si un murmullo respirara tras cada latido, como si las grotescas risotadas de un sádico bufón perturbaran mi alma.
Llego a mi destino de madrugada, la bruma empieza a levantarse y, tras sus pasos, contemplo un paisaje dantesco repleto de cadáveres. Desmonto y amarro las riendas de mi caballo en el esqueleto requemado de una carroza.
Camino sorteando miembros amputados y cuerpos sin vida. De repente, unas extrañas pisadas llaman mi atención, me arrodillo para examinarlas con mayor atención cuando, un sutil escalofrío recorre mi columna vertebral y un suave aliento gélido acaricia mi nuca.
Me quedo petrificado, inmóvil, me cuesta reaccionar pero me revelo contra el pánico aferrándome a la empuñadura de mi espada. Algo se mueve entre la multitud inerte, balbuceante, un herido ensangrentado susurra: Lo que buscas, son las huellas de la traición.
Me incorporo, camino un par de metros y, cuando me dispongo a interrogarle, sus pulmones liberan la ultima bocanada de aire.
Lo miro fijamente y cubro su cuerpo con mi abrigo. Levanto mi mirada al cielo y respiro profundamente, siento como el frió apuñala mi pecho y pienso: El moribundo tenia razón, la sombra de la traición planea sobre este valle.
lunes, junio 16, 2008
UNA HISTORIA
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario